martes, 24 de abril de 2012

GRECIA


       GRECIA

A Grecia solamente he ido en una ocasión y aprovechando las vacaciones de una semana por las Navidades. Fue en el año 2006.
Era un viaje organizado, en el que teníamos incluido el avión, el hotel y dos excursiones: una a Delphos y otra a las Islas del Golfo Argosarónico (las más cercanas a la ciudad de Atenas).
El avión salía desde Madrid, por lo que decidimos ir en coche hasta allí y dejarlo estacionado en el parking de larga estancia que hay cercano al aeropuerto. Desde ese parking salen cada pocos minutos autobuses que te llevan al aeropuerto, a la terminal 2 y de allí mismo sale otro autobús (salen continuamente) que te lleva a la terminal 4, desde la que salía nuestro avión.
Como llegamos con tiempo, todavía nos acomodamos para comer unos sandwiches en esta nueva terminal que está muy bien y que es grandísima.
A las 6,30 de la tarde en punto, tal y como estaba previsto, salió nuestro avión. El vuelo duró 3 horas y veinte minutos, sin problemas, salvo algunas fuertes turbulencias cuando nos acercábamos a la ciudad de Atenas, pero nada más digno de mención.
Cuando aterrizamos, cambiamos la hora porque en Grecia se cuenta una hora más que en España. Nos esperaba en la terminal una empleada de Iberojet porque teníamos contratado el trasporte ya que el aeropuerto está a 40 Km. de Atenas y un taxi podía salirnos muy caro (precio similar al de España pero además hay que dejar propina).
ATENAS y la Acrópolis
Llegamos ya de noche al hotel Eurípides, un hotel de clase turista pero que tiene las comodidades necesarias, aparte de que desde la terracita de la habitación se divisaba una bonita vista de la Acrópolis iluminada, lo cual a mí me pareció que era un verdadero lujo y me sentí de lo más contenta (a pesar de que en la habitación hacía frío y que no conseguimos hacer funcionar la calefacción).  
La zona en donde está ubicado el hotel es céntrica pero   las calles que lo rodean deben acoger muchos inmigrantes porque hay gran cantidad de tiendas (algunas de ellas me llaman la atención porque parecen almacenes llenos de cachivaches sin ningun orden) y restaurantes en donde se ve que los dueños son de otros países y se escucha música exótica por todos los rincones. 
A la mañana siguiente, mientras desayunábamos en el restaurante del hotel, pudimos observar que también teníamos buenas vistas hacia la Acrópolis y de la extensa ciudad de Atenas.
Hacia el monte de la Acrópolis es a donde nos dirigimos ese primer día de viaje. Llegamos caminando desde el hotel y sin problemas pero sentimos una gran decepción cuando vimos que la entrada (Propileos) estaba llena de andamios. Cuando la traspasamos nos encontramos enseguida el famoso Partenón, también con andamios y enseguida vimos el famoso porche de las Cariátides (una copia porque las auténticas están en un museo allí mismo, muy protegidas). Hacía un frío y un viento muy desagradables pero eso no iba a estropearnos la visita a un lugar tan emblemático. Las vistas de la ciudad de Atenas son impresionantes desde cualquier ángulo en el que te sitúes. Ciudad muy blanca y extensa con ruinas de su rico pasado por doquier.
Cuando descendimos de la Acrópolis, lo hicimos por unas callecitas estrechas y llenas de escalinatas. Estábamos en el barrio antiguo y una parte de él se conoce por el nombre de Plaka,  donde hay montones de restaurantes y tiendecitas de souvenirs. Allí probamos algunos platos típicos griegos como la musaka (berenjena, carne y bechamel) y una crema de queso con ajo (¿?) que estaba buenísima para untar en el pan mientras esperábamos la comida.
Por la tarde nos dedicamos a pasear por las calles más céntricas de la ciudad. Las plazas más famosas son la de Omonia (que significa Concordia), que está muy cerca del hotel y que no tiene nada de particular. Es una plaza como la de cualquier ciudad europea.  La plaza Sintagma (significa Constitución)  ya es más original porque en ella está el Parlamento (un gran edificio de color crema).
Los otros días que pasamos en la ciudad de Atenas, visitamos el Templo de Zeus, a los pies de la Acrópolis, y muy cerca de él encontramos el Arco de Adriano, del siglo II d.C. que separaba la ciudad vieja de la nueva.
Visitamos también el Museo Arqueológico Nacional, que posee obras de gran valor, como la figura de Poseidón, en bronce.
Volvimos en varias ocasiones más a la Acrópolis porque cuando sacamos las entradas nos dijeron que eran válidas por cuatro días y visitamos el Ágora, el Areópago, museos, iglesias del recinto y el templo de Hefesto, que se encuentra en un magnífico estado de conservación.
Islas del Golfo Argosarónico : HYDRA, POROS Y EGINA   
Teníamos contratado un día entero de excursión por estas islas, para la que nos recogían en el Hotel para llevarnos hasta el puerto de El Pireo, que se encuentra a media hora de trayecto.
Desde que subimos al barco, todo era una fiesta. Gente muy simpática, te ofrecen música y te enseñan a bailar el sirtaki. Yo salí voluntaria con el grupo que estaba aprendiendo y me lo pasé muy bien.
Después de 3 horas de navegación, llegamos a la isla más alejada de las 3, Hydra. Es una isla preciosa, llena de vegetación y de montañas. Hay gente que sube en burritos hasta lo más alto para ver unas vistas que dicen que son magníficas. Nosotros nos quedamos paseándonos por las bonitas y estrechas calles porque no nos apetecía cargar a los pobres animales.
Tras una hora de tiempo libre por la isla, subimos al barco y vimos que ya teníamos preparadas las mesas para comer. Las mesas muy coquetas, con sus florecitas y todo y música todo el tiempo para acompañar. Después de comer, mientras mis compañeros de viaje daban una cabezadita, yo me subí a cubierta para admirar el mar y las numerosas islas que íbamos dejando a ambos lados. Hacía una buenísima temperatura porque el sol calentaba a pesar del aire fresquito que es normal en esta época del año. Este rato nosobrepasó una hora porque enseguida se divisó, a lo lejos, nuestra siguiente parada: la isla de Poros.
Esta isla, que es muy bonita también, tampoco nos dió tiempo de llegar a conocerla porque la visita era breve y nos limitamos a pasear por el puerto y disfrutar del ambiente.
Volvimos al barco y llegamos pronto a la última isla: Egina.
Aquí teníamos contratado el conocido como “circuito clásico” que nos habían ofrecido en el barco y que cogimos porque es la única forma de poder aprovechar bien el poco tiempo que teníamos para conocer la isla.
En el mismo puerto nos recogían unos autobuses que nos llevaban por estrechas carreteras hasta el templo de Aphea. Y es una visita que merece la pena hacer porque, aparte de admirar las columnas de este antiguo templo, se divisan unas magníficas vistas del puerto del Pireo a través de pinos muy verdes y un mar muy azul. Tuvimos mucha suerte con el tiempo y disfrutamos enormemente todo el recorrido.
De vuelta de esta visita, paramos en un punto de venta de productos típicos de la isla, entre los que destacan los pistachos. La gente compraba bolsas como locos y yo me tomé un estupendo y grandísimo helado de eso, de pistacho.
Antes de regresar al barco, nos llevaron a un templo ortodoxo que nos dijeron que es centro de peregrinación para todos los griegos. Como todo este tipo de lugares, tienen sus reliquias y mucho fervor. Había también muy bonitas vistas desde las balconadas que circundan el templo.
De regreso al barco, tardamos un ratito en salir y allí tuve la oportunidad de darme un paseo por el muelle, admirando los cambios de color del cielo mientras se ocultaba el sol.
El viaje de regreso lo hicieron muy entretenido porque presentaron un espectáculo de variedades, con magia y humor y, al final, una pareja bailó el SIRTAKI con toda el alma, dejándome una honda impresión y un lamento: qué pena no haberlo podido grabar con una cámara de video. Qué fuerza tiene ese baile y esa música.
Esta excursión en barco por las islas del Golfo Argosarónico se la recomiendo a todo el que vaya a  Atenas para pocos días y desee disfrutar y ver algo más aparte de la ciudad.
El Oráculo de DELPHOS y el Monte Parnaso
Al día siguiente teníamos la segunda excursión contratada, que resultó tan buena o más que la del día anterior. La recomiendo también porque merece la pena sin duda.
El viaje en autobús ya merece la pena porque atraviesas lugares como Tebas (aunque no se puede ver nada de su rico pasado porque el pueblo de ahora se construyó sobre las ruinas del viejo), el lago Maratón y el pueblo de Arachova (muy bonito y con mucho turismo de nieve). A medida que te vas acercando al monte Parnaso, va ganando en belleza (mide más de 2500 m. y es el segundo más alto de Grecia) y se pueden ver sus cumbres nevadas.
Al cabo de 2 horas de autobús desde que salimos de Atenas, llegamos a nuestro destino: el Oráculo de Delfos.
Está dedicado al dios Apolo, hijo de Zeus. Un dios con un sentido de la ética que es toda una lección para la Humanidad porque él mismo se impuso el castigo por haber cometido una mala acción. De él son las famosas frases de “Conócete a ti mismo” y “Todo con mesura” que se encuentran esculpidas en sus muros y que se atribuyeron con el tiempo a Sócrates.
El Oráculo está situado en un lugar privilegiado, entre montañas, y tenía en la antigüedad un aura misteriosa, en realidad debida a la espesa niebla que solía envolverlo. A él acudían desde todos los puntos de Grecia para consultar a la sibila y a las pitonisas.
También en las paredes del templo se pueden observar inscripciones que son nombres de personas, esclavos liberados, porque esta era la forma de registro que utilizaban.
Después de bajar del templo, utilizando la Vía Sacra, llegamos al museo. Un museo moderno pero que contiene piezas de gran valor. La estrella es el Auriga de bronce, que impresiona por su belleza y perfectas condiciones de conservación. Es una figura tan perfecta, con una cara tan humana, que parece que te está mirando según en qué posición te coloques.
El día antes de nuestra partida, el 30 de diciembre, cuando íbamos paseándonos por las calles de Atenas, recibí un mensaje de mis hijos en el que me decían que había habido un atentado en el aeropuerto de Barajas. Entonces intentamos encontrar un cibercafé en donde consultar las noticias. No encontramos ninguno. Regresamos al hotel para que nos dejaran ver la TV del restaurante aunque a esa hora estuviera cerrado. Nada, no nos dejaron. Este último día lo recuerdo con desagrado porque encontré a toda la gente con la que nos topamos y pedimos el favor de que nos dejasen ver la TV, muy antipática y poco amiga de hacer un favor.  Aparte de todo está el problema del idioma.
Al día siguiente, día último del año 2006, regresábamos a Madrid y allí sí tuvimos la oportunidad de ver el gran desastre que había causado una bomba puesta por ETA. Los aparcamientos de la Terminal 4 estaban completamente derrumbados y nos enteramos de que habían muerto dos personas que estaban durmiendo en el coche. Una tragedia.
Cogimos nuestros correspondientes autobuses para que nos llevaran al parking de larga estancia en donde habíamos dejado el coche. Tras alguna parada para tomar algo, hicimos el viaje de regreso de una tirada. Nos dieron las 12 en plena carretera y celebramos el cambio de año tomando 12 almendras cada uno porque no llevábamos uvas y no queríamos parar porque la niebla que había por el camino no permitía ver nada absolutamente. La verdad es que fue un viaje muy peligroso y no tuvimos ningun percance gracias a la pericia del conductor. 



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