lunes, 16 de abril de 2012

EGIPTO


El viaje a Egipto fue en diciembre de 2004, del 6 al 13, aprovechando días de fiesta que me quedaban en mi trabajo y pensando en que eran buenas fechas para no pasar demasiado calor durante el circuito.
El avión salía desde Madrid y hacia allí nos dirigimos en tren desde Valencia. Salimos hacia Egipto a las 3 del mediodía y pasamos 5 horas de vuelo muy bueno, sin ni siquiera turbulencias. La llegada era al aeropuerto de Luxor y desde allí nos trasladarían en autobús (60 Km.) al barco en el que íbamos a hacer el crucero por el Nilo.
Crucero por el NILO
La primera fuente de divisas de Egipto es el turismo. De esto es una prueba fehaciente la imagen que te encuentras cuando te llevan a tu barco de destino para hacer el crucero. Hay tal cantidad de barcos de todo tipo que parece que no se van a poder mover de ahí. Un detalle: para alcanzar nuestro barco teníamos que atravesar unos cuantos que estaban delante y así te pasabas un buen rato cruzando recepciones y tablas suspendidas en el aire (algunas tan elevadas que se pasaba un poco de vértigo al cruzar por ellas).
Nuestro barco, llamado Prince Omar, era del tipo medio pero cumplía con todas las necesidades que pudiéramos tener. Los camarotes eran todos exteriores, con lo que podías tener una buena visibilidad y admirar los bellos paisajes de las orillas del Nilo en la intimidad. Era una gozada ver la ribera verde y cubierta de palmeras, con los pastores y sus ovejas, los niños corriendo saludándote y algun que otro lugareño subido en un burrito que trotaba a toda prisa. ¿Y las tonalidades del cielo al atardecer? Indescriptibles.
Arriba del todo, en cubierta, había una piscina y tumbonas, sillas y mesas de sobra, y toldos para protegerte del sol. Podías subir allí a cualquier hora y encontrar lugares para contemplar el amanecer, el atardecer o simplemente tomar un te en compañía.
Allí tuvimos varias tertulias con nuestro guía, Mohamed. Era un guía buenísimo, nos acompañaba a todas partes, hablaba perfectamente el castellano y era muy amable. Nos explicó en algunas de las tertulias que mantuvimos en cubierta, muchas de las costumbres egipcias y las condiciones de vida de la gente, además de contestar a todas nuestras preguntas. Cuando terminó el crucero hicimos una colecta entre todos y le dimos una buena propina porque verdaderamente se la merecía.
El ambiente en el barco fue muy agradable. Los camareros eran muy simpáticos y las comidas sencillas pero para mi gusto estaban muy bien (aunque ahí siempre hay quejas porque en esto de la gastronomía hay gente muy exquisita).
Llegamos a participar en una fiesta que nos organizaron en el que todo el mundo tenía que disfrazarse. Naturalmente todas corrimos a comprarnos chilabas y tocados para la cabeza. Aquí me compre tal cantidad de chilabas que casi no me cabían en la maleta porque el precio era el mejor que había visto yo nunca y la variedad increíble.
Además de la fiesta, bailamos en la discoteca y aprendimos los pasos más elementales de un baile típico de allí.
En resumen, el crucero por el Nilo merece la pena porque se pasa muy bien y resulta todo el ambiente muy agradable. Lo malo era que te despertaban de madrugada para llevarte a hacer las excursiones, pero eso tiene su explicación: el calor del mediodía era insoportable y había que hacer todas las visitas antes de que el sol alumbrara con fuerza.
LUXOR, KARNAC, EDFU, KOM OMBO y ABU SIMBEL
Estas eran las paradas más importantes del crucero. La primera visita fue a los templos de Carnac y de Luxor. Dicen de aquél que es el más grande del mundo e impone su larga avenida de columnas y esfinges que yo tantas veces había visto en los libros de historia.
Tras esta visita nos llevaron en autobús a recorrer el Valle de los Reyes y de las Reinas y ahí ya empezamos a sufrir un calor imponente porque el recorrido es largo y el lugar muy árido y sin protección alguna de sombra. Allí se encuentran las tumbas de Ramsés IV y de Tutankamon.
El templo de Edfu es menos conocido pero una auténtica maravilla y además muy bien conservado. Aquí se encuentra la magnífica estatua de granito negro que representa al dios Horus y que parece que está guardando el patio. La vuelta al barco desde este templo se hace en calesa, lo que resulta ser un espectáculo gracioso y lleno de exotismo porque había tanta gente, burros y autobuses de turistas, que todo parecía indicar que de ahí no se iba a poder mover nadie.
Otra visita que merece la pena resaltar es la del templo de Kom Ombo, cuya silueta se dibuja en el cielo y lo puedes admirar en toda su majestuosidad desde el barco, que se va acercando poco a poco.
La visita a Abu Simbel merece capítulo aparte porque es una excursión que hay que pensarse debido a que se encuentra muy lejos de donde atracan los barcos y hay que salir a las 3 de la madrugada para llegar a una hora de calor soportable. Este viaje en autobús se hace todo el tiempo protegido por coches de policía y dura casi 3 horas.
Pero la verdad es que cuando ves frente a ti las 4 inmensas estatuas de los faraones sentados presidiendo la entrada al templo se te olvida el madrugón y el largo rato de autobús porque verdaderamente son unas joyas magníficamente conservadas. Rodeando estos maravillosos templos, hay unos bellos paisajes en donde el verde de los pinos contrasta con el azul del agua de la presa de Aswam.
El pueblo NUBIO
Hay una excursión que merece la pena hacer: conocer un poblado Nubio. Allí se llega en barca hasta una zona desértica y luego, quien lo desea, puede hacer el camino hasta el pueblo en camello o, quien no quiera, se da un paseo que no resulta demasiado largo pero que sí es un poco incómodo por la arena.
El pueblo nubio es una comunidad que sigue con sus tradiciones y mantiene un estilo de vida comunitario. En las casas hay un gran patio interior que es donde se hace la vida en común. A él dan las habitaciones de la gente que allí vive. También hay una escuela a la que acuden los niños y allí aprovechó nuestro guía para explicarnos algunas palabras básicas y el alfabeto árabe.
En el patio comunitario pasamos un buen rato mientras nos explicaban la forma de vida de esta gente que nos acogió con amabilidad y que nos hicieron tatuajes con hena y con gran habilidad. A mi me hicieron un tatuaje de la llave de la vida y otro del ojo de Horus. También nos invitaron a tomar té y pasamos un rato muy agradable. La vuelta fue también simpática porque lo hicimos en una barca en donde todo el tiempo fuimos cantando, bailando y escuchando la música de instrumentos típicos egipcios.
Desde el aeropuerto de Aswan tomamos un avión que nos iba a llevar a la capital, El Cairo. Menos mal que el viaje era corto porque era un vuelo doméstico sin ninguna comodidad y creo que incluso había gente de pie porque iba a tope de lleno.
El Cairo es una ciudad que impresiona por lo inmensa que es. Como dato basta decir que alberga 20 millones de habitantes. Es también una ciudad caótica. El tráfico parece que no atienda a ninguna regla y cruzar una calle es un acto heroico o más bien suicida.
También es una ciudad de contrastes porque al lado de edificios lujosos y en pleno centro de la ciudad, te encuentras casas ruinosas que parece que vayan a caerse a pedazos. Crees que están deshabitadas pero no, te das cuenta de que allí vive gente. Dicen que vive gente hasta en los panteones del inmenso cementerio de la ciudad. Tal es el nivel de pobreza que se puede encontrar en esta inmensa ciudad.
Me llama también la atención que en esta ciudad moderna, se ven muchas mujeres no sólo con pañuelo en la cabeza; hay muchas que van totalmente tapadas con un manto negro que las cubre por completo.
La primera visita que hacemos al día siguiente de llegar a esta ciudad es la de las Pirámides de Gizeh y la Esfinge. Es una visita fascinante.
Ya la noche anterior, cuando íbamos paseando por la ciudad, desde algunos puntos se podía observar la silueta de una de las pirámides y te sobrecogía la magnificencia y halo de misterio que desprendía. Pero verlas por la mañana, en medio de esa zona desértica y en tan perfecta armonía, provocaba una fuerte emoción. Al menos a mí me impactó mucho esta visita. También estar al lado de la Esfinge, que tantas veces había visto en fotografías y libros, me llenó de gozo. Hay que señalar también que la fuerte contaminación de la ciudad es la causa de que una especie de niebla lo cubra todo y eso también favorece que la silueta de las pirámides resulte tan sobrecogedora.
Por la noche acudimos a un espectáculo de luces y sonido en este mismo lugar y me dieron un buen susto porque resulta que yo llevaba en el bolso un artilugio que era linterna y brújula pero que se ve que tenía una pinta rara porque me pararon allí mismo en la entrada y la desmontaron por completo antes de dejarnos pasar al interior de los jardines donde se encontraban las sillas desde las que podías admirar el espectáculo.
Otras visitas que merecen la pena en El Cairo son : la Mezquita de alabastro y la ciudadela ; el barrio copto (en donde hay un lugar de culto por haber sido posada para la virgen María, José y el niño Jesús. Pero sobre todo vale la pena visitar el Museo de antigüedades egipcias. Aquí se puede admirar el sarcófago de oro de Tutankamón y famosas estatuas, como la del escriba sentado, con los característicos ojos de cuarzo que les dan aspecto de seres vivos. No me extraña que algunos salteadores de tumbas salieran huyendo al encontrarse con estas figuras que parecía que los estaban mirando.
El último día de estancia en El Cairo nos dedicamos a pasear por la ciudad e ir de compras. Creo que es el lugar en donde más compras he hecho. Había de todo y a muy buen precio, así como variedad de souvenirs, que llevamos para toda la familia.
Ya en el hotel, después de pasar las puertas de seguridad, con sus guardias permanentes (que protegen el turismo), subimos a la terraza del hotel a despedirnos de la silueta de las magníficas Pirámides.
La EMOCIÓN más intensa experimentada en este país fue la magnífica visión de las 3 Pirámides de Gizeh desde el ángulo que pemite la alineación perfecta y armoniosa. Junto a este recuerdo precioso, mantengo en mi memoria la tranquila navegación por las aguas del Nilo y sus bellas orillas adornadas de palmeras.

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